¿Evidencias de bombas atómicas 5.000 años a. C.?
¿Evidencias de bombas atómicas 5.000 años a. C.?
Era cuestión de tiempo para me que me dedique a escribir y postear sobre los grandes enigmas de la humanidad ya que soy un friki total, de esos que solo andan pensando en pendejadas impresionantes sin ninguna utilidad y a las que a nadie le importan, no obstante dentro de los inútiles temas frikis hay unos en especial que me son en extemo interesantes y son aquellos que están relacionados con la historia, la religión, la filosofía, la mitología, la arqueología y la antropología, unan estos temas en un post ultra - friki y allí estaré yo... ¡leyéndolo!
Mil soles brillaron sobre Mohenjo-Daro; mil sobre las ciudades del mundo. Y mil por mil abrasaron a la madre África, donde todo era verde y hoy todo yermo es. Cabezas nucleares reclamaron justicia; sobre las naciones débiles, sobre las naciones fuertes. Sobre los enemigos de la democracia, y sobre los enemigos de sus enemigos. Impactos y contraimpactos como estrellas de la muerte, hicieron refulgir cada rincón del planeta. Los pájaros se volvieron blancos, y aún aquellos que corrieron por sus vidas perecieron. Al final, solo uno de cada billón pudo procrear hijos sanos. Las generaciones engendraron generaciones, pero la tecnología fue un sueño del pasado. Las máquinas ya no surcaron los cielos; la rueda tuvo que ser reinventada.
Cuando siete años después del ensayo nuclear en Alamogordo, Nuevo México, el Dr. J. Robert Oppenheimer fue interrogado sobre la naturaleza primeriza de aquella explosión, el padre de la bomba atómica respondió: “Bueno, sí, (es la primer bomba) en la historia moderna”. La sentencia, enigmática e incomprendida en su momento, refiere al conocimiento que Oppenheimer tenía acerca de los texto hindúes clásicos, donde una catástrofe apocalíptica parece haber sido retratada con lujo de detalles. Un desastre global causado por “Un arma desconocida, un rayo de hierro”, que no concuerda con erupciones volcánicas u otros fenómenos conocidos.
Alarmando a la facción conservadora de la comunidad científica, la existencia de armas atómicas previas al presente ciclo de civilización parece susurrar sus versos desde cada rincón del planeta. No ya versos hindúes, sino joyas, amplias extensiones de fragmentos vítreos posados sobre el arena de muchos desiertos. Cristales de sílice fundido idénticos, curiosamente, a los provocados sobre la zona de White Sands después de la primera explosión atómica.
En diciembre de 1932, Patrick Clayton, agrimensor del Egyptian Geological Survey, manejaba entre las dunas del Gran Mar de Arena, próximo a la Meseta de Saad, Egipto, cuando escuchó crujir bajo las ruedas, grandes láminas de vidrio. El hallazgo, que despertó el interés de la geología internacional, llevaría a plantear uno de los enigmas más grandes de la ciencia moderna ¿qué fenómeno es capaz de elevar la temperatura del arena hasta 1.800 grados centígrados fundiéndola en grandes hojas de cristal amarillo verdoso?
Albion W. Hart, uno de los primeros ingenieros graduados en el Instituto Tecnológico de Massachussets, se dio cuenta en su paso por White Sands, que las hojas de vidrio dejadas por la explosión nuclear eran idénticas a las formaciones que había observado 50 años antes en el desierto africano. Sin embargo, la extensión de desierto fundido requería que la explosión fuera unas 10.000 veces más poderosa que aquella observada en Nuevo México.
Muchos científicos intentaron explicar la dispersión de las grandes rocas de vidrio en el desierto del Líbia, el Sahara, Mojave y muchos otros lugares del mundo, como impactos de meteoros gigantes. Sin embargo, la teoría es insostenible debido a la ausencia de cráteres en el desierto. Nunca fueron detectadas huellas de tales impactos, ni por imágenes satelitales ni por sonar.
Además, las piedras vítreas encontradas en el desierto libio presentan en un grado de transparencia y pureza tal (99%), que no es típico de las fusiones registradas en la caída de meteoritos, en las que el hierro y otros materiales se mezclan con el sílice fundido tras el impacto.
Ante este enigma, los científicos proponen que los meteoritos causantes de las piedras de vidrio podrían haber explotado unos kilómetros por encima de la superficie de la Tierra, como supuestamente sucedió en Tunguska, o simplemente rebotar, llevándose consigo la evidencia del impacto, pero dejando el calor de la fricción. Pero esto no explicaría como dos áreas próximas del desierto libio presentan el mismo patrón, siendo la probabilidad de dos impactos cercanos de meteoritos tan baja. Tampoco explicaría la ausencia de agua en las placas (tectitas) cuando las áreas de impacto abundaban en ella unos siete milenios en el pasado.
La ciudad donde surgió la cultura del Valle del Indo presenta hoy un gran enigma. Las rocas de sus ruinas parecen vitrificadas en parte, y sus habitantes esfumados. Además, misteriosos textos locales aducen un período de siete días de gracia para que los 30.000 habitantes salven su vida de un episodio horroroso, citando en forma reiterada a carros voladores llamados Vimana.
En 1927, años después del descubrimiento de las ruinas de Mohenjo Daro, 44 esqueletos humanos fueron encontrados en las afueras de la ciudad. La mayoría de ellos en posturas antinaturales, como si una grave catástrofe los hubiera alcanzado en una carrera inútil. Con la cara mirando al suelo, ambos padres y una niña aún permanecían tomados de la mano, cuatro milenios después. Algunos cuerpos presentaban signos de radiación inexplicable, casi tanto como el calor necesario para fundir los ladrillos de la ciudad. Muchos expertos opinan que Mohenjo Daro es un inequívoco signo de catástrofes nucleares milenios antes de Cristo.
No obstante, la ciudad no es la única alcanzada por la supuesta ira nuclear. Decenas de edificaciones del mundo antiguo presentan ladrillos de roca fusionados, cómo prueba de un calor que los científicos modernos no pueden explicar:
En cualquier lugar del mundo, presencias de una temperatura abismal hacen eco de una época en la que posiblemente la tecnología nuclear ya era conocida. Una época en la que los avances de la física atómica se volvieron contra el hombre.
Autor de más de 2.000 artículos y libros sobre enigmas de la humanidad, Steiger pasa gran parte de su vida evaluando probables indicios de tecnología nuclear, milenios antes de la era actual.
La tecnología nuclear en la era presente solo cuenta con pocas décadas de vida. Sin embargo, panoramas como el descripto por el investigador Brad Steiger suelen abundar sobre la faz de la tierra, amenazando la soberanía humana sobre el conocimiento de la manipulación atómica.
Escenario por excelencia de los enigmas históricos, la ciudad de Mohenjo Daro (Montículo de los muertos), ubicado la actual Pakistan, representa solo una de las decenas de ciudades inevitablemente asociadas a exposiciones nucleares en una era remota.
El destino último de la población de Mohenjo Daro continúa como un enigma indescifrable. De la noche a la mañana, miles de ciudadanos parecen haber empacado sus pertenencias, dejando una ciudad gloriosa en el completo abandono. Poco más de cuarenta esqueletos desordenados fueron hallados en las calles de la urbe, como si alguna forma de muerte repentina los hubiera sorprendido en forma simultanea.
Como si Mohenjo Daro no fuera tierra de pocos interrogantes, las investigaciones posteriores al descubrimiento de los restos humanos abrió una posibilidad en extremo inquietante para muchos investigadores. El descubrimiento de niveles de radioactividad excepcionalmente altos sobre los cuerpos, junto a un llamativo núcleo de cristalización de 45 metros de diámetro en el centro de la ciudad, apuntan a que un episodio de calor indescriptible, capaz de fusionar todos ladrillos en las proximidades del epicentro, tuvo lugar en la cuna de la civilización.
A pesar de los extraños patrones hallados en Mohenjo Daro, el concepto de “impacto nuclear” aún es tabú entre los científcos conservadores que estudian la ciudad del Valle del Indo. 5.000 años después del desastre, los signos de fuego sobre joyas, cerámicas y alfarería, abren una brecha entre los investigadores excépticos y los que hacen de Mohenjo Daro una antigua Hiroshima.
Pero no solo la ciudad de Mohenjo Daro parece haber sido castigada por un “fuego divino”; decenas de puntos a travez del globo, atestiguan el flagelo típico de un estallido nuclear.
Solo en India, se hallan la ciudad de Harappa y tres distintos “focos de impacto” entre las montañas de Rajmahal y el Río Ganges. Las zonas, generalmente presentan capas de ceniza radioactiva que causan daño y malformaciones a los habitantes de pueblos cercanos.
El cráter del Lago Lonar, en las proximidades de Bombay, también otorga material de estudio a los adeptos de la teoría de la “prehistoria nuclear”. Con 1,2 kilómetros de diámetro y 140 metros de profundidad, el defecto geológico narra un hecho violento acaecido hace unos 50.000 años; un episodio de tan elevada temperatura, que fue capaz de cristalizar gran parte de la roca que lo contuvo.
Otros investigadores, no obtante, rechazan la idea del impácto meteorítico. En parte por que nunca se hallaron restos del supuesto meteorito; en parte por que no existen otras evidencias de que un meteorito pueda generar tal perforación sobre roca basáltica. En parte, por que el lago generado presenta una división átipica de zonas, donde el exterior y el interior difiereren en el grado de ácidez, dando lugar a dos aguas que nunca se mezclan, y en cuyos senos crecen vegetaciones distintas.
El funcionamiento del reactor de Oklo, en la República de Gabón, parece haber sido realizado con la más perfecta de las eficiencias y dirigido por el personal más altamente capacitado durante un largo período de tiempo.
Sin embargo, los conocimientos sobre el reactor de Oklo acarrean un serio inconveniente para la ciencia moderna: las reacciones de fisión en su seno fueron producidas unos 2.000 millones de años (aproximado) en el pasado, durante un período aproximado de 500 mil años. Según las teorías antropológicas actuales, en ese entonces, el humano ni siquiera existía sobre la faz de la Tierra.
En la actualidad, todo lo que queda de aquella presunta central en el medio de África, son cavidades subterráneas, aparentemente naturales, cuyo material radiactivo fue agotado por completo milenios antes.
En principio importado hacia Francia, el mineral de uranio se reveló ya usado y empobrecido ante los análisis de radiación realizado en 1972, lo que dejó a los científicos del mundo en un total estado de confusión.
¿Como podría un hecho de una naturaleza tan inverosímil como lo es la fisión nuclear, haberse desarrollado en una época tan astronómicamente remota?
Las teorías actuales parecen haber zanjado el enigma abierto décadas atrás por el reactor de Gabón. Según los especialistas, los depósitos de uranio subterráneo, reaccionaban cada vez que el agua se filtraba entre las grietas de la roca, produciendo calor y provocando la ebullición del líquido. Cuando el depósito quedaba seco, nuevamente el reactor se enfriaba, esperando a la próxima inundación de la cavidad.
La perfecta contención de la radicación dentro del predio, sin embargo, aún se halla huérfana de una explicación convincente. La perfección del reactor de Gabón es tal que sería imposible recrear una máquina de tales capacidades con la tecnología actual.
La energía radiactiva, perfectamente contenida dentro de cavidades específicas, no supera el límite de los cuarenta metros alrededor del núcleo de reacción. El sistema de regulación de agua también sorprende por su eficiencia, otorgando una circulación contínua mediante grietas internas en la roca para disipar el calor de fisión.
El enigma del reactor de Oklo (hace aproximádamente de 1.800 a 2.000 millones de años), del origen del cráter de Lonar (50.000 años atrás) y de la catástrofe en Mohenjo Daro (5.000 años a. C.), hacen suponer a investigadores intrépidos, que no solo una, sino varias eras nucleares precedieron al presente ciclo de civilización. Según las hipótesis más audaces, el hombre selló su destino una y otra vez, diezmando a la humanidad masivamente, y volviendo a surgir de la nada hacia un nuevo mañana nuclear.
“Entonces el Señor hizo llover del cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego… y arrasó estas ciudades….” (Génesis 19:24)
..(Fue) un solo proyectil
Cargado con todo el poder del Universo.
Una columna incandescente de humo y fuego
Tan luminosa como mil soles
Se elevó en todo su esplendor...
...Era un arma desconocida,
Un rayo férreo,
Un gigantesco mensajero de la muerte,
Que redujo a cenizas
Toda la estirpe de los Vrishnis y los Andhakas.
...Los cadáveres fueron así quemados
Hasta ser irreconocibles.
El pelo y las uñas se les cayeron;
La alfarría se rompió sin causa aparente,
Y los pájaros se volvieron blancos.
Después de unas horas
Todos los comestibles fueron contaminados...
....para escapar de este fuego
Los soldados se arrojaron a los arroyos
Para lavarse ellos y su equipos.
(Versos del Mahabharata, antigua escritura hindú)
“Ahora me he convertido en la Muerte, en el Destructor de Mundos”. (Dr. J. Oppenheimer, padre de la bomba atómica, citando versos del Bhagavad Gita, antigua escritura hindú).
Mil soles brillaron sobre Mohenjo-Daro; mil sobre las ciudades del mundo. Y mil por mil abrasaron a la madre África, donde todo era verde y hoy todo yermo es. Cabezas nucleares reclamaron justicia; sobre las naciones débiles, sobre las naciones fuertes. Sobre los enemigos de la democracia, y sobre los enemigos de sus enemigos. Impactos y contraimpactos como estrellas de la muerte, hicieron refulgir cada rincón del planeta. Los pájaros se volvieron blancos, y aún aquellos que corrieron por sus vidas perecieron. Al final, solo uno de cada billón pudo procrear hijos sanos. Las generaciones engendraron generaciones, pero la tecnología fue un sueño del pasado. Las máquinas ya no surcaron los cielos; la rueda tuvo que ser reinventada.
Líbia, vidrio y misterio
Cuando siete años después del ensayo nuclear en Alamogordo, Nuevo México, el Dr. J. Robert Oppenheimer fue interrogado sobre la naturaleza primeriza de aquella explosión, el padre de la bomba atómica respondió: “Bueno, sí, (es la primer bomba) en la historia moderna”. La sentencia, enigmática e incomprendida en su momento, refiere al conocimiento que Oppenheimer tenía acerca de los texto hindúes clásicos, donde una catástrofe apocalíptica parece haber sido retratada con lujo de detalles. Un desastre global causado por “Un arma desconocida, un rayo de hierro”, que no concuerda con erupciones volcánicas u otros fenómenos conocidos.
Alarmando a la facción conservadora de la comunidad científica, la existencia de armas atómicas previas al presente ciclo de civilización parece susurrar sus versos desde cada rincón del planeta. No ya versos hindúes, sino joyas, amplias extensiones de fragmentos vítreos posados sobre el arena de muchos desiertos. Cristales de sílice fundido idénticos, curiosamente, a los provocados sobre la zona de White Sands después de la primera explosión atómica.
En diciembre de 1932, Patrick Clayton, agrimensor del Egyptian Geological Survey, manejaba entre las dunas del Gran Mar de Arena, próximo a la Meseta de Saad, Egipto, cuando escuchó crujir bajo las ruedas, grandes láminas de vidrio. El hallazgo, que despertó el interés de la geología internacional, llevaría a plantear uno de los enigmas más grandes de la ciencia moderna ¿qué fenómeno es capaz de elevar la temperatura del arena hasta 1.800 grados centígrados fundiéndola en grandes hojas de cristal amarillo verdoso?
Albion W. Hart, uno de los primeros ingenieros graduados en el Instituto Tecnológico de Massachussets, se dio cuenta en su paso por White Sands, que las hojas de vidrio dejadas por la explosión nuclear eran idénticas a las formaciones que había observado 50 años antes en el desierto africano. Sin embargo, la extensión de desierto fundido requería que la explosión fuera unas 10.000 veces más poderosa que aquella observada en Nuevo México.
Muchos científicos intentaron explicar la dispersión de las grandes rocas de vidrio en el desierto del Líbia, el Sahara, Mojave y muchos otros lugares del mundo, como impactos de meteoros gigantes. Sin embargo, la teoría es insostenible debido a la ausencia de cráteres en el desierto. Nunca fueron detectadas huellas de tales impactos, ni por imágenes satelitales ni por sonar.
Además, las piedras vítreas encontradas en el desierto libio presentan en un grado de transparencia y pureza tal (99%), que no es típico de las fusiones registradas en la caída de meteoritos, en las que el hierro y otros materiales se mezclan con el sílice fundido tras el impacto.
Ante este enigma, los científicos proponen que los meteoritos causantes de las piedras de vidrio podrían haber explotado unos kilómetros por encima de la superficie de la Tierra, como supuestamente sucedió en Tunguska, o simplemente rebotar, llevándose consigo la evidencia del impacto, pero dejando el calor de la fricción. Pero esto no explicaría como dos áreas próximas del desierto libio presentan el mismo patrón, siendo la probabilidad de dos impactos cercanos de meteoritos tan baja. Tampoco explicaría la ausencia de agua en las placas (tectitas) cuando las áreas de impacto abundaban en ella unos siete milenios en el pasado.
Mohenjo Daro, la Sodoma moderna
La ciudad donde surgió la cultura del Valle del Indo presenta hoy un gran enigma. Las rocas de sus ruinas parecen vitrificadas en parte, y sus habitantes esfumados. Además, misteriosos textos locales aducen un período de siete días de gracia para que los 30.000 habitantes salven su vida de un episodio horroroso, citando en forma reiterada a carros voladores llamados Vimana.
Esqueletos esparcidos en Mohenjo Daro parecen enfrentarnos ante una posibilidad histórica un tanto incómoda.
En 1927, años después del descubrimiento de las ruinas de Mohenjo Daro, 44 esqueletos humanos fueron encontrados en las afueras de la ciudad. La mayoría de ellos en posturas antinaturales, como si una grave catástrofe los hubiera alcanzado en una carrera inútil. Con la cara mirando al suelo, ambos padres y una niña aún permanecían tomados de la mano, cuatro milenios después. Algunos cuerpos presentaban signos de radiación inexplicable, casi tanto como el calor necesario para fundir los ladrillos de la ciudad. Muchos expertos opinan que Mohenjo Daro es un inequívoco signo de catástrofes nucleares milenios antes de Cristo.
No obstante, la ciudad no es la única alcanzada por la supuesta ira nuclear. Decenas de edificaciones del mundo antiguo presentan ladrillos de roca fusionados, cómo prueba de un calor que los científicos modernos no pueden explicar:
Antiguas fortificaciones y torres en Escocia, Irlanda e Inglaterra:
1.- La ciudad de Catal Huyuk, en Turquía
2.- Las construcciones reales de Alalakh en el norte de Siria
3.- Las ruinas de Siete Ciudades, en la proximidad del Ecuador
4.- Ciudades entre el Río Ganges de la India y las colinas de Rajmahal
5.- Las arenas del desierto de Mojave, en los Estados Unidos
En cualquier lugar del mundo, presencias de una temperatura abismal hacen eco de una época en la que posiblemente la tecnología nuclear ya era conocida. Una época en la que los avances de la física atómica se volvieron contra el hombre.
“Aunque los trozos de “vidrio verde fundido” puedan en ciertos casos, haber sido causado por las ondas expansivas de los meteoros”, dice Brad Steiger “yo me pregunto si tal fenómeno natural pudo haber creado la totalidad de los veintiocho campos de piedras ennegrecidas (...) de 7.000 millas cada uno en Arabia occidental”.
Autor de más de 2.000 artículos y libros sobre enigmas de la humanidad, Steiger pasa gran parte de su vida evaluando probables indicios de tecnología nuclear, milenios antes de la era actual.
“Las piedras están densamente agrupadas, como si fueran restos de ciudades, de bordes afilados, y quemadas a negro. (...) Parecen datar de la época cuando se pensaba que Arabia era una tierra exuberante y fructífera, que de repente se agotó en un desierto instantáneo”.
La tecnología nuclear en la era presente solo cuenta con pocas décadas de vida. Sin embargo, panoramas como el descripto por el investigador Brad Steiger suelen abundar sobre la faz de la tierra, amenazando la soberanía humana sobre el conocimiento de la manipulación atómica.
India, tierra de misterio
Escenario por excelencia de los enigmas históricos, la ciudad de Mohenjo Daro (Montículo de los muertos), ubicado la actual Pakistan, representa solo una de las decenas de ciudades inevitablemente asociadas a exposiciones nucleares en una era remota.
El destino último de la población de Mohenjo Daro continúa como un enigma indescifrable. De la noche a la mañana, miles de ciudadanos parecen haber empacado sus pertenencias, dejando una ciudad gloriosa en el completo abandono. Poco más de cuarenta esqueletos desordenados fueron hallados en las calles de la urbe, como si alguna forma de muerte repentina los hubiera sorprendido en forma simultanea.
Como si Mohenjo Daro no fuera tierra de pocos interrogantes, las investigaciones posteriores al descubrimiento de los restos humanos abrió una posibilidad en extremo inquietante para muchos investigadores. El descubrimiento de niveles de radioactividad excepcionalmente altos sobre los cuerpos, junto a un llamativo núcleo de cristalización de 45 metros de diámetro en el centro de la ciudad, apuntan a que un episodio de calor indescriptible, capaz de fusionar todos ladrillos en las proximidades del epicentro, tuvo lugar en la cuna de la civilización.
A pesar de los extraños patrones hallados en Mohenjo Daro, el concepto de “impacto nuclear” aún es tabú entre los científcos conservadores que estudian la ciudad del Valle del Indo. 5.000 años después del desastre, los signos de fuego sobre joyas, cerámicas y alfarería, abren una brecha entre los investigadores excépticos y los que hacen de Mohenjo Daro una antigua Hiroshima.
Pero no solo la ciudad de Mohenjo Daro parece haber sido castigada por un “fuego divino”; decenas de puntos a travez del globo, atestiguan el flagelo típico de un estallido nuclear.
Solo en India, se hallan la ciudad de Harappa y tres distintos “focos de impacto” entre las montañas de Rajmahal y el Río Ganges. Las zonas, generalmente presentan capas de ceniza radioactiva que causan daño y malformaciones a los habitantes de pueblos cercanos.
El misterioso cráter del Lago Lonar, India. (Ryan Brookes/Flickr)
El cráter del Lago Lonar, en las proximidades de Bombay, también otorga material de estudio a los adeptos de la teoría de la “prehistoria nuclear”. Con 1,2 kilómetros de diámetro y 140 metros de profundidad, el defecto geológico narra un hecho violento acaecido hace unos 50.000 años; un episodio de tan elevada temperatura, que fue capaz de cristalizar gran parte de la roca que lo contuvo.
"Lonar es un lugar de dudas”, dice el investigador David Hatcher a la publicación Nexos. “Sobre todo, porque el único cráter meteórico formados en roca basáltica en el terreno”.
Otros investigadores, no obtante, rechazan la idea del impácto meteorítico. En parte por que nunca se hallaron restos del supuesto meteorito; en parte por que no existen otras evidencias de que un meteorito pueda generar tal perforación sobre roca basáltica. En parte, por que el lago generado presenta una división átipica de zonas, donde el exterior y el interior difiereren en el grado de ácidez, dando lugar a dos aguas que nunca se mezclan, y en cuyos senos crecen vegetaciones distintas.
Oklo, un reactor nuclear en la noche de los tiempos
El funcionamiento del reactor de Oklo, en la República de Gabón, parece haber sido realizado con la más perfecta de las eficiencias y dirigido por el personal más altamente capacitado durante un largo período de tiempo.
Sin embargo, los conocimientos sobre el reactor de Oklo acarrean un serio inconveniente para la ciencia moderna: las reacciones de fisión en su seno fueron producidas unos 2.000 millones de años (aproximado) en el pasado, durante un período aproximado de 500 mil años. Según las teorías antropológicas actuales, en ese entonces, el humano ni siquiera existía sobre la faz de la Tierra.
En la actualidad, todo lo que queda de aquella presunta central en el medio de África, son cavidades subterráneas, aparentemente naturales, cuyo material radiactivo fue agotado por completo milenios antes.
En principio importado hacia Francia, el mineral de uranio se reveló ya usado y empobrecido ante los análisis de radiación realizado en 1972, lo que dejó a los científicos del mundo en un total estado de confusión.
¿Como podría un hecho de una naturaleza tan inverosímil como lo es la fisión nuclear, haberse desarrollado en una época tan astronómicamente remota?
Las teorías actuales parecen haber zanjado el enigma abierto décadas atrás por el reactor de Gabón. Según los especialistas, los depósitos de uranio subterráneo, reaccionaban cada vez que el agua se filtraba entre las grietas de la roca, produciendo calor y provocando la ebullición del líquido. Cuando el depósito quedaba seco, nuevamente el reactor se enfriaba, esperando a la próxima inundación de la cavidad.
La perfecta contención de la radicación dentro del predio, sin embargo, aún se halla huérfana de una explicación convincente. La perfección del reactor de Gabón es tal que sería imposible recrear una máquina de tales capacidades con la tecnología actual.
La energía radiactiva, perfectamente contenida dentro de cavidades específicas, no supera el límite de los cuarenta metros alrededor del núcleo de reacción. El sistema de regulación de agua también sorprende por su eficiencia, otorgando una circulación contínua mediante grietas internas en la roca para disipar el calor de fisión.
El enigma del reactor de Oklo (hace aproximádamente de 1.800 a 2.000 millones de años), del origen del cráter de Lonar (50.000 años atrás) y de la catástrofe en Mohenjo Daro (5.000 años a. C.), hacen suponer a investigadores intrépidos, que no solo una, sino varias eras nucleares precedieron al presente ciclo de civilización. Según las hipótesis más audaces, el hombre selló su destino una y otra vez, diezmando a la humanidad masivamente, y volviendo a surgir de la nada hacia un nuevo mañana nuclear.
http://www.laplegariadeunpagano.com/2010/01/evidencias-de-bombas-atomicas-5000-anos.html
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